El Alto, ciudad de hombres intrépidos y los dioses
Fotografía de Saúl Quispe Valdez |
por Pablo Mamani Ramirez
Introducción
El Alto de 2023 se muestra como una ciudad expresiva hacia adentro de sí misma como hacia afuera, lo contrario de lo que aún imaginan los no oriundos. La montaña nevada del Huayna Potosí es como su propia existencia social; su protección y, al mismo tiempo, su frontera. En 1900 estaba poblada por muchas comunidades o ayllus aymaras y varias haciendas criollas bolivianas que usurparon tierras de esas comunidades (Arbona, 2011)*. Aparentemente estaba inhabitada, pero atendiéndonos a la lógica y su ubicación geoestratégica, aquí vivían los aymaras y hasta hoy es el paso obligado hacia la ciudad de La Paz. Y también es importante decir que aquí estuvo uno de los cuarteles generales para el levantamiento aymara de 1780-81 contra la corona española.
Al presente tiene, según nuestra proyección, más de 1 millón quinientos mil habitantes; dato que superaría a lo proyectado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que calculó 1.109.048 habitantes para 2021 (INE, 2021). Su población en un 60% es menor a 30 años de edad (INE, 2021). Tiene aproximadamente 30 mil unidades empresariales o de base empresarial (Ministerio de Desarrollo Productivo y Economía Plural, 2022), cantidad que le dota diversidad de actividades económicas, sociales, culturales y políticas.
Es una ciudad que llama la atención de los diferentes medios de comunicación nacional e internacional. También de investigadores sociales u otros quienes desarrollan tesis de licenciatura, maestría y doctorado en diferentes universidades del exterior; lo mismo que jóvenes de la Universidad Pública de El Alto y también de la Universidad Mayor de San Andrés de la ciudad de La Paz.
La pregunta que queremos analizar aquí es cómo se configura la dinámica social, económica y cultural dentro de la ciudad de El Alto y su relación con el mundo “rural” y el entorno inmediato (como es Achacachi, Patacamaya, Jesús de Machaka, Desaguadero, Palos Blancos-Caranavi). Y también, de modo breve, qué escenarios históricos podemos pensar de aquí a un tiempo, con el fin de avizorar una “ciudad del poder” (Therborn, 2020) de base urbana aymara moderna, de una alteñidad emprendedora, sus formas de ser y sus problemas.
Dinámica extendida e interna
El 6 de marzo de 2023 me dirigí a RTP (Radio Televisión Popular), ubicada en la urbanización Satélite, para participar de su programa estelar dedicado a la ciudad de El Alto. La Tribuna Libre del Pueblo ese día era para observar desde otro ángulo la significancia de la ciudad de El Alto. Estaban presentes importantes actores económicos, arquitectónicos y un grupo musical (que cantó las mañanitas, lo que yo llamaría mariachi aymara). En el trayecto se pudo observar un movimiento intenso de gente en diferentes dimensiones, unos dados desde los barrios, los medios de comunicación, dirigentes para organizar sus sectores y académicos para observar lo que iba ocurrir en su 38 aniversario. Llegar a la Ceja o a la avenida 6 de Marzo era casi imposible por la gran cantidad de gente allí atestada. Todos estaban en ese lugar para ser parte del desfile cívico y también para mostrarse como referentes de una ciudad dinámica y nueva. No había transporte público, como todos los días, para llegar a la Ceja y además el comercio en los adyacentes a la Avenida 6 de Marzo rebalsaba para definir un sentido de una ciudad cívica y comercial.
Esta descripción es un dato para mostrar cómo se vive en momentos especiales en esta ciudad; dato que también refiere a otros días no especiales o cotidianos. Ésta es una forma de movilización que ocurre también en otras ciudades cuando les toca su fecha cívica. Pero aquí hay un detalle a anotar. Este es un movimiento no solo del Centro-Norte-Sur, sino en todo lo extendido, los 400 km2 que ocupa la ciudad; movimiento profundamente relacionado con su propio espacio y tiempo: el comercio, lo cívico, lo político y cultural.
Si la ciudad, para el Censo 2024, se proyecta en población de 1.500.000 habitantes, sin duda, lo que aquí se observa y describe sirve como una referencia de ese posible hecho. Su población es activa como efusiva para mostrarse y exponer su sentido de ser gente o jaqi, la población y sus perspectivas históricas muestran todas sus implicancias urbanísticas y sus subjetividades.
La gente aquí tiene la característica de despertarse muy temprano y salir a comerciar sus productos en todas las direcciones posibles. Mejor si en las ferias que existen en esta ciudad, o en las tiendas o negocios de todo tipo. Y para tales hechos las familias se redistribuyen tareas de diferentes grados y formas. Unos para cumplir los actos cívicos (como ahora), otros para vender lo más que se pueda, otros a tomar fotografías y datos sobre las imágenes y sentidos de lo que ocurre dentro de la ciudad. Así fue este viernes 3 de Marzo y también en los años anteriores. Lo descrito nos da una idea de cómo se mueve esta ciudad en los 365 días del año.
Puesto que todos los días se produce este tipo de actividades comerciales e industriales que parece no ser visible, pero es parte constitutiva de una infinidad de actividades dinámicas que son simples y complejas. La compra y venta de productos de importación y exportación es fundamental porque mediante ello unos lo hacen para ganar unos centavos para el día y otros para generar una acumulación económica más amplia. Ese hecho habla de una evidente diferenciación social a la vez de marcos de etnicidad común como referencia de los juegos del poder y convivencia.
Para lo anterior se puede anotar un detalle importante. La ciudad tiene tres centros financieros por donde circulan miles y miles de dólares o bolivianos.
Uno de esos centros financieros es la extranca de Rio Seco y todo este sector ubicado al Norte de la ciudad que comunica con Desaguadero, incluido Laja, Copacabana, Achacachi y la frontera con Perú. Fácilmente aquí se puede observar una cantidad de bancos y cajeros automáticos ubicados en la avenida Juan Pablo II, que es una de las grandes vías para el movimiento de la gente de las treinta avenidas que tiene esta ciudad. Aquí la actividad es, no como en la de 16 de Julio de los días jueves y domingo, sino de todos los días y desde muy tempranas horas del día (hasta ya muy entrada la noche). En la noche llegan otro tipo de actividades como los matrimonios o cenas de todo tipo. En los hechos esta parte de la ciudad no duerme.
El otro centro financiero es el sector de Senkata hasta Puente Vela, ubicado al Sur de la ciudad de El Alto. Allí igualmente existe una cantidad de bancos y cajeros automáticos para hacer todo tipo de transacciones económicas y sus efectos sociales. La Avenida 6 de Marzo, más popularmente conocida como “camino a Oruro”, es una vía estratégica y grande de aproximadamente 5 o 6 kilómetros. Todos los días está atestado de mucha gente y especialmente en las ferias de Puente Vela y también de Senkata. Dentro de ese contexto se produce una infinidad de actividades comerciales entre “informales” y “formales”. Puesto que existen vendedores ambulantes asociados en sus diferentes organizaciones y también feriantes organizados en sindicatos que en muchos momentos pelean con los dueños de casa, quienes también tienen tiendas y negocios. El marco de referencia étnica común ayuda en gran medida para no llegar a grandes conflictos, especialmente en los días de feria.
El tercer centro comercial y financiero es el de la Avenida 6 de Marzo-Ceja o Cruce Villa Adela, allí se aglomera parte de la burocracia del Estado y empresas privadas u oficinas de organizaciones sociales, como la Federación de Juntas Vecinales de El Alto (FEJUVE), la COR y otros. Sobre esta avenida los terrenos pasan fácilmente los 2 millones de dólares y las casas tienen un valor aproximado de 800.000 hasta 1.500.00 dólares americanos. Es decir, es otro centro de movimiento económico comercial por el flujo de gente.
Esta dinámica está dada específicamente alrededor del movimiento del capital económico que se produce entre dinero y mercancía, relaciones sociales y actividades culturales. La circulación de los productos comerciales y del dinero es un hecho gravitante para hacer una ciudad dinámica y también del disfrute en fiestas, aniversarios, actos deportivos, debates políticos, culturales, etc. En este punto, como dice J. Müller (2022), no puede disociarse entre comercio-fiesta-familia. Es un tipo de capitalismo diferente, aunque otros difieran de ese hecho al verlo como parte de la subsunción formal al capital transnacional. Se puede afirmar a su vez junto con N. Tassi (2012) que los aymaras saben jugar con el mercado cuando hay posibilidades y si no hay condiciones se retiran de ese espacio. Ese juego solo es posible en y desde la frontera de uno y otro lado para ganar y acrecentar su capital económico y social. Esa historia viene de tiempos bastantes lejanos.
Ahora bien, pensando desde la crítica de las posturas anti-informales se puede decir que aquí todavía hay mucho “capital muerto” que aún no genera un “capital vivo”. Esto es que hay mucha riqueza acumulada en inmuebles, autos, títulos u otros que no son puestos en circulación como mercancías y a la vez productores de mercancía. Es decir, está ahí como patrimonio, como cariño o recuerdo, pero no son parte de la circulación de capital dinero y todos los efectos que esto tiene. Sin duda ese hecho es un dato para pensar de otro modo la ciudad.
Hace cinco años, en 2018, conversé con un qamiri aymara en Senkata para hacerle una entrevista. Él me dijo que la “casita” donde me recibió “estaba sin ganar ni un centavo porque era su primera casita” y por “cariño” lo tenía ahí. Con un poco de lamento sacó su calculadora e hizo números por los 12 meses del año para saber cuánto debía estar ganando la casa. Esto muestra que aquí se entiende perfectamente que esa casa es un capital muerto; no gana dinero o no genera. Datos como estos hay miles en esta ciudad y otras ciudades. El detalle es cómo el alteño o el aymara exitoso en actividades comerciales ve claramente lo que un bien inmueble debe producir. En otras palabras, dinero como circulante para generar mayor dinámica económica y social. Dado que muchos tienen varios inmuebles pero que están ahí y no generan dinero. Ese es el capital muerto. Según H. De Soto (2001) el detalle de esto es que todo ello es riqueza, pero una riqueza que no produce más riqueza. Si un bien inmueble no genera dinero, aunque sea en renta, es un espacio y tiempo perdido, especialmente en términos de circulación. Aunque efectivamente no de ahorro. Sobre este último se dice que con el “terreno nunca se pierde”.
La novedad para nuestro caso es que ahora varios grupos, especialmente los que están ubicados en los centros neurálgicos de la ciudad, como se dijo arriba, producen mucho capital dinero. Y ese capital está produciendo otro tipo de capitales, ya sea mediante compadrazgo, amistades, eventos festivos y nueva arquitectura (a la que yo prefiero llamar chalets, no cholet). Y ese ya es un tipo de espíritu propio porque cualquier alteño o alteña piensa siempre en el comercio porque sus casas, aunque sea en las lejanas pampas, están diseñados y construidos para una tienda y actividades sociales.
En esto es fácil observar que aquí hay una racionalidad de cálculo económico específico, pero a la vez el sentido de “cariño” a los objetos que se tiene. El cálculo económico es importante porque es cómo se calcula ganancias y posibles pérdidas. Las matemáticas se han convertido en un asunto de vital importancia porque con ella se puede sumar, restar o multiplicar. Por lo que el tema de racionalidad económica va junto con los asuntos culturales y festivos. Esa no disociación es otro dato interesante para estudiar. Según María Teresa Vargas (2008) el dinero tiene un significado especial para los exitosos comerciantes aymaras. Dado que éste debe parir para crecer más y más, y para eso se le brinda unas ricas mesas a los dioses o a más de un Apu. Y según nuestra propia observación ello es vital para cualquier aymara que no necesariamente es comerciante. En aymara el dinero es paxsi (luna u ojo). El cariño a los objetos se expresa, por ejemplo, en el martes de ch’alla (Carnavales).
El capital económico no puede estar desvinculado de ese cariño especial a la casa y objetos adquiridos en familia o de emprendimientos personales. Se lo festeja con flores, dulces, un poco de vino, alcohol porque se piensa que éste cuida a la familia, los bienes y las intimidades más profundas. Estos actos de cariño empiezan el viernes de ch’alla de las oficinas públicas y propiedades de empresas privadas grandes o medianas. Ese día la ciudad literalmente revienta con petardos o cohetillos, grupos musicales y parlantes de alto voltaje.
Todo ello nos indica que El Alto es una ciudad moderna al estilo del mundo aymara, a la vez dotado de un gran espesor cultural del mundo andino-amazónico. Andino porque, aunque se haya reinventado muchas cosas de lo Andino, es parte del sentido del tiempo presente. Y también es amazónico porque aquí no sólo viven aymaras de los Andes, sino aymaras a los que podemos llamar “tropicales”, que vienen y van de Caranavi, Palos Blancos (La Paz) o Cobija (capital del departamento de Pando). Es decir, aquí hay una modernidad propia (aunque a algunos les saca de su lugar común) con su propio sentido y que a la vez permite aprovechar lo que puede ofrecer la modernidad de otras latitudes. Puesto que existe una intensa relación con el mundo exterior, como es China, Estados Unidos, Chile, Perú y otros países.
Relación con las ciudades intermedias y el exterior
El alteño o alteña los fines de semana, desde viernes, viaja a las diferentes ciudades intermedias; aunque en realidad casi todos los días se producen estos viajes. Desde la terminal del Norte salen hacia el norte del altiplano de La Paz o al Perú para hacer diferentes actividades económicas, culturales, sociales, etc. Y de la calle 2 de la Ceja salen a Caranavi, Guanay y de allí a Palos Blancos, zonas tropicales donde viven los aymaras tropicales, y también a Beni. Y del puente de Senkata viajan a todo el altiplano sur y los valles de este lado del departamento de La Paz y Chile. De la nueva terminal metropolitana se viaja al interior del país o a Argentina y Chile. Diferentes líneas de transporte, como minibuses o grandes buses, viajan con cargas, productos y también se trae mercadería en los tráileres de carga internacional y transporte interdepartamental hacia esta ciudad. Y todo se produce por la avenida 6 de Marzo y sus adyacentes.
Aquí lo que falta es una mayor organización de estos movimientos para que sea mucho más fluida la circulación de la carga y, a la vez, el de la gente.
No se tiene datos de cuanta población sale los fines de semana y diariamente a cada una de las poblaciones aquí señaladas u otras. Pero es fácil observar que viajan en cantidades muy altas porque los minibuses salen, especialmente en las mañanas, cada media hora en diferentes direcciones desde el Norte de la ciudad y del Sur y el Centro.
Así como salen, llegan los viajeros con productos tropicales o del Altiplano hacia esta ciudad. Los aymaras tropicales traen productos como plátano, cítricos, tubérculos y madera para las nuevas construcciones y también para la “hoyada”. Allí, es decir en el Norte de La Paz, lo que en realidad falta son buenas condiciones en las carreteras y su mantenimiento. Es incompresible que el gobierno nacional o el departamental no vean la calidad de estas zonas tan ricas en productos agropecuarios, turismo y actividades sociales y culturales.
En algunas de estas regiones se vive como en un país ajeno porque se tiene problemas de incomunicación con la ciudad de El Alto o el interior y el exterior del país.
Del Altiplano llegan productos como carne, cereales, ch’uñu o papa y otros como cal, arenas y piedra para la construcción de las casas y los nuevos chalets neoandinos, robótica, minimalista o funcionales como la que aquí se observa. Y de los valles llegan frutas, especialmente a la zona 12 de Octubre y también a la exparada 8 del Norte de esta ciudad. Es decir, hay un movimiento intenso de todo tipo y en toda dirección. En razón de ello y por el nacimiento de nuevos habitantes, la ciudad crece junto con Viacha, Laja, Pucarani, Achocalla, y otros.
En realidad, aquí está el centro metropolitano de La Paz porque estas ciudades intermedias, junto con El Alto, tienen extraordinarias condiciones geográficas como la planicie y son de tránsito obligatorio para llegar al trópico de La Paz, o al Altiplano, o al exterior del país. En esta dinámica el Estado muchas veces es pequeño e incluso ausente. En realidad, los aymaras están acumulando riqueza sin la ayuda explícita del Estado. Incluso el Estado se presenta muchas veces como adversario; hasta enemigo. Aquí hay todo un detalle para estudiar.
Emprendimientos y la industria
Para el 2020, según el Ministerio de Desarrollo Productivo, existen más de 30 mil unidades empresariales, aunque ese dato puede no ser tan exacto. Dado que existen emprendimientos amplios; se cierran unos y se abren otros.
En fecha 23 de febrero Urgente.bo publicó una entrevista hecha a la dueña de la empresa Corporación Nacional de Industria Textilera (CONAINTEX), quien exporta sus productos a los mercados de Estados Unidos. Allí se producen textiles con material de varios tipos y lana de alpaca, los que son bien aceptado en aquel país. Dicha nota ha sido todo un éxito porque en las redes sociales ha corrido mucho y en gran velocidad. Lo que indica que hay un explicito deseo de hacer empresa y cultivar diferentes creatividades. Se prefiere eso atener empresas extranjeras porque estas últimas no tienen, en varios espacios sociales, buen sentido por la historia de la lucha de esta ciudad.
¿Cuánto de dinero se mueve al mes o al año en la ciudad de El Alto? No lo sabemos, pero es posible observar que aquí existe un movimiento económico ágil, hábil, amplio, y complejo.
Nosotros estamos trabajando con los qamiris alteños y aymaras para ver el sentido de sus relaciones sociales y los aspectos culturales dados en las nuevas edificaciones y también sus subjetividades. De esto son parte los nuevos actores emergentes económicos y sociales. Aquí prima de modo trascendental el sentido de ser original (Mamani, 2022) y en todo el sentido real de la palabra. Ser original es un asunto de prestigio y reconocimiento social, posibilidad de venta y compra, entre otros hechos. En razón de ello hay un ambiente sociológico y psicológico para crear nuevas tendencias, nuevas formas de exponer sus productos y la producción de simbología urbana que nada tiene que envidiar a Las Vegas (Venturi y otros, 2016) de Estados Unidos u otras ciudades del mundo.
Hay una especie de lucha simbólica por quién inventa algo más original a lo ya mostrado en los medios de comunicación. Y ese ambiente social crea otros contextos imaginativos e imaginarios urbanos. Sus actores tienen apellidos aymaras, aunque no todos, y es ahí, lo original, justamente donde se crean un ambiente expansivo porque, así como aparecen aquí, también luego aparecen en Caranavi o Achacachi (me refiero a los chalets). En esa relación el investigador tiene que tener o disponerse de una mirada ágil, diagonal y a la vez específica de cada detalle. Porque los productores de cada uno de estos productos son emprendedores o fabricantes muy dados a lo original. Hay curso para ser creativos en diseños, por ejemplo, para las fachadas de las nuevas edificaciones para entonces exponer sus propuestas a los que buscan la novedad y lo simbólicamente atractivo.
Así esta ciudad no es un mundo, como aún imaginan desde afuera, lleno de arcaísmo, premoderno o cosas peores. Claro, todo tiene sus contradicciones. Pero la fuerza de la ciudad es la lucha por ser original. En otros términos, producir cosas reimaginadas y una ciudad que es producto de dicha reimaginación.
Las edificaciones ya muchas veces mencionada del arquitecto Freddy Mamani Silvestre o del extinto Santos Churata, junto a las de otros, son la muestra de lo que aquí se afirma. Y esa observación me permite decir que El Alto es una ciudad internacional y a la vez local y propia. Tiene tantos contactos con el mundo y a la vez con sus comunidades y ayllus del interior, como Oruro, Cochabamba y el mismo departamento de La Paz.
Qamiris y nuevo paisaje urbano
Hace como treinta años la ciudad ya era centro de la construcción de nuevos edificios altamente llamativos por sus diseños en las fachadas y las imágenes que proyectaban, por los diseños en sus interiores y por la inauguración de salones de eventos sociales. En los últimos veinte años esto se ha incrementado. ¿Quiénes son los actores o dueños de esos edificios? Pues rápidamente se puede decir que son los comerciantes exitosos, transportistas de carga internacional e interdepartamental, mineros de varios rubros, industriales, profesionales exitosos y algunos políticos.
A este hecho nosotros lo hemos llamado un mundo social (Mamani, 2022) porque a su interior existe un conjunto de relaciones que hacen parte de la ciudad de El Alto transformándola en algo aún más llamativo. Sus emprendimientos comerciales e industriales al presente han cambiado radicalmente el paisaje de la ciudad, también de sus imaginarios, de las relaciones sociales y económicas, etc. De una ciudad dormitorio o de una ciudad de los “indios” El Alto se ha ido convirtiendo poco a poco en una ciudad pujante y atrayente para turistas, para los medios internacionales e investigadores sociales.
Aquí está surgiendo una nueva elite social de carácter aymara o simplemente alteña. Este es un grupo que organiza festividades como el Gran Poder, Virgen del Carmen en la 16 de Julio u otras festividades en sus pueblos. Hay una evidente distinción social frente a los no qamiris y a la vez este es un grupo que cultiva valores culturales andinos para hacer de éste un mundo más propio e internacional. Tienen relaciones con el mundo de Asia, China más propiamente, y otros con Estados Unidos u otros países.
En este mundo de relaciones existen comerciantes de diferentes productos, ya sea para la venta de importados o industriales. Los primeros tienen sus actividades en la Eloy Salmón o Huyustus, la Ceja, 16 de Julio y muchos otros lugares que hemos nombrado más arriba. Están creando una distinción social peculiar porque tienen elementos distintivos, pero a la vez los qamiris aprecian mucho la cultura andina, e incluso lo comunitario. Como dice N. Tassi (2012), el llamado “cholo” estableció ya antes relaciones estratégicas con los otros aymaras para afirmar lo propio más que lo criollo. Nosotros diríamos que “no quieren igualarse con las elites tradicionales bolivianas, sino ser nomas lo que son”. Lo cual los convierte culturalmente en subversivos.
El relacionador cultural L. Cussi nos contó en 2022 un caso muy particular sobre este hecho. Un día lo llamó uno de sus clientes para pagarle una pequeña deuda y le dijo: “nos sirvamos un platito de comida y para eso llamó a la caserita de ahí del frente”. Y él dice: “Teniendo todo el dinero del mundo, pues, come lo más simple”. Esto ocurrió en la avenida 6 de Marzo altura de la Ceja. Y en tiempos de fiesta sin embargo ellos o ellas literalmente se convierten en hombres y mujeres de oro.
Efectivamente en los días ordinarios se visten sin ropa fina, ya sea para hacer el comercio o los viajes. Un industrial textil en 2020 nos dijo textualmente: “Cuando tengas plata, tienes que andar como un pobre para no despertar sospecha de nada” (señor Maldonado). Es decir, tiene cualidades y condiciones especiales, pero a la vez, nomas son lo que son. Es decir, aymaras o alteños con una rica historia del logro de su éxito económico y de la producción cultural y urbana Muchos de ellos vienen del mundo popular o han sido dirigentes en su juventud que luego, con la sagacidad que es predecible, han hecho emprendimientos importantes. Este es un grupo que se puede decir que tienen un capital económico de entre 5 a 20 millones de dólares (o tal vez mucho más).
Sus hijos son profesionales, entre militares, abogados, economistas y otros, aunque con esas profesiones no ganan lo que sus padres ganan por mes. Lo cual parece un contrasentido. Y tal vez varios de ellos por esa razón han decido seguir el camino de sus padres, es decir, la actividad comercial. En este punto ciertamente se vuelve a un círculo vicioso porque no cualifican sus actividades. Más de uno nos dijo que “Estos señores no van a hacer otra cosa que hacer su negocio”. Con ello quiere decir que se van a quedar solo en esas actividades. Eso es un punto ciego. Aunque sí existen varios otros que han cualificado sus negocios, sus formas de pensar sobre lo urbano y la economía porque tiene en el horizonte procesos de industrialización de su actividad comercial.
También es importante decir que varios de ellos han entrado al campo financiero, al comercio de grandes inmuebles, a la industrialización de productos (como se dijo arriba) y también a la innovación de cosas imaginativas como las prótesis y otros. Ahí algunos son bien aymaras, mientras otros están reinventándose como aymaras porque dicen que lo cultural y la historia “no debe perderse”. Es decir, es un mundo complejo y también a la vez con ciertos puntos contradictorios. Pero es una realidad en construcción con grandes hechos y otros en etapa imaginativa o con el deseo de ser qamiris. En este campo posiblemente pueden convertirse e burgueses.
Breves conclusiones
¿Cómo podrá ser todo esto en el futuro? Pues no es posible saber. Pero es posible ver un devenir en dimensiones llamativas, tanto en lo material y en la nueva subjetividad. El Alto es una ciudad que ha empezado a crecer hacia arriba, aunque sigue creciendo horizontalmente. Lo que aquí falta es un poco del Estado (gobierno local y nacional). Muchas veces en esta ciudad el Estado está ausente porque, cuando se lo requiere, aparece de vez en cuando. En la Ceja en horas de la noche, especialmente cuando llueve, hay un total caos porque no hay policías o guardias municipales que ordenen el transporte público.
Tampoco se tiene clara una visión de ciudad de aquí a treinta años desde el Gobierno Atónomo Municipal de El Alto. Los planes sólo se hacen para cinco años. Y no se imagina lo que puede ser una ciudad con semejante dinámica y potencia viva. Muchas veces es un discurso falso el de los políticos cuando hablan de ayuda porque en los hechos es poco o nada lo que llega.
Pese a todo ello, el alteño ha despertado con un espíritu de triunfo y lucha incansable. Por distintas razones, como la historia colonial, o simplemente por los hechos de la vida humana, ésta es una población que ha vivido una experiencia de desprecio, hasta de humillación desde el Estado colonial y neocolonial. Ese hecho ha convertido al aymara y alteño en alguien que debe saber jugar el “juego de los riesgos”. Ha vivido desamparado sin seguridad de un devenir definido y pese a ese hecho se ha sabido sobreponer y ha triunfado. Es decir, como nadie, tiene una seguridad garantizada en su vida y su lucha; ahí el detalle. Y esa experiencia le ha permitido el éxito porque lo convierte en sagaz e intrépido, en una persona que hace cosas de la nada y con ello, a su vez, descubre su propio destino. Tiene una disciplina en lo que quiere, aunque se relaja mucho cuando hace fiesta. El uno con el otro, sin embargo, no pueden ir separados. Por ello se puede pensar que esta ciudad está para cosas grandes, pero vive dentro de un país con grados de colonialidad muy grande. Lo cual le perturba, aunque también lo envalentona. Sus calles y sus imágenes hablan a ratos de estos hechos. En otros, las voces se callan para que sólo hablen los tiempos y los dioses.
Referencia bibliográfica
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El Alto en cifras. Marzo 2021. Boletín informativo producido y publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) para cada aniversario cívico, con estadísticas e indicadores de la ciudad de El Alto.
Mamani, Ramirez, Pablo (2022). “El mundo qamiri: entre la distinción social y valores colectivos en la ciudad de El Alto”. En: Los itinerarios de la investigación. Edición especial en conmemoración del vigésimo aniversario de la carrera de sociología. No. 1/2022. pp. 7-29.
______ (2022). “La “Casa del Tío” en El Alto”. domingo, 31 de julio de 2022. Consultado en: https://www.paginasiete.bo/ideas/la-casa-del-tio-en-el-alto-BI3381201 (31/07/2022
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Vargas, María Teresa (2008). “Significados aymara urbanos del dinero”. En: Estudios Latinoamericanos, nueva época, núm. 22, julio-diciembre.
Venturi, Robert; Denise Scott Brown; Steven Izenour (2016). Aprendiendo de Las Vegas. El simbolismo olvidado de la forma arquitecnoca. Barcelona: Editorial Gustavo Gili.
Notas
*Agradecer a Gustavo Calle por compartir el
artículo de Juan Arbona.